por Ernesto Sanabria / Secretario de Prensa de la Presidencia
16 de septiembre de 2024
En DePalabra
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Lo irónico no podía faltar en la celebración de nuestra independencia. Los defensores del sistema político nefasto que mantuvo apresado a El Salvador por décadas salieron a las calles a reprochar la nueva historia que se comenzó a construir a partir de la llegada de Nayib Bukele a la presidencia de la república.
Son los mismos que permitieron que las maras y pandillas empañaran todo tipo de celebraciones en nuestro país. En muchos lugares, las bandas de paz y sus cachiporristas se quedaban en casa. La violencia era tal que no había nada que celebrar y, lejos de eso, había que proteger sus vidas. Las calles y aceras estaban tapizadas de sangre verdaderamente inocente.
El Centro Escolar La Confianza, en San Miguel, es un claro ejemplo de lo que sucedía en el territorio nacional. Según las palabras del director —que retrata un matutino opositor al Gobierno—, por 25 años no pudieron participar en la fiesta cívica del 15 de septiembre por la inseguridad y violencia a causa de las pandillas. Su institución fue baleada en dos ocasiones, incluso en 2012, el año de la maldita tregua, la política pública del Gobierno efemelenista de Mauricio Funes y Munguía Payés.
Vale la pena recordar algunos detalles para saber de dónde venimos. En 2012, el Banco Mundial dio a conocer su informe en el que confirmó que El Salvador era uno de los países que mayor porcentaje de recursos «invertía» en seguridad y justicia, se refería al 2.8 % del producto interno bruto. Si así fue ¿adónde fue a parar todo ese dinero? Ese año hubo más de 4,400 asesinatos, es decir, 12 por día aproximadamente.
El estudio, que cubrió el período entre junio de 2011 y marzo de 2012 también detalló que no existía coordinación y complementariedad entre las instituciones del sector de seguridad y justicia, y que la debilidad institucional favorecía los elevados niveles de impunidad, pues menos del 12 % de los casos resultaba en condena. Es decir, 88 de cada 100 criminales quedaban libres. Hablo del sistema de justicia dirigido por los afamados «cuatro fantásticos» y del que era parte el flamante juez de sentencia don Tony, tan buscado hoy como fuente de «información» por los panfletos y sitios web de desinformación «incómodos».
Interesante que el mismo organismo financiero internacional destacó que el país necesitaba con urgencia un plan de seguridad que tuviera sostenibilidad financiera a largo plazo y un plan de acción coordinado para que funcionara.
Bien dicen que a «oídos sordos, palabras necias».
Dos años después, entre la transición de los dos gobiernos corruptos y asesinos del FMLN, de Funes a Cerén, el impacto de la violencia en la economía salvadoreña alcanzó los $4,000 millones, equivalente al 16 % del producto interno bruto.
El Banco Central de Reserva, dirigido por un efemelenista entonces, informó que ese monto solo abarcaba lo que desembolsaron el sector privado y el pueblo en general por vigilancia privada, sin contar el pago de las extorsiones de maras y pandillas.
Los salvadoreños gastamos millones para nada —bueno, ayudamos a la pobreza del poder fáctico, a la de los dueños de las empresas de seguridad, a las cúpulas de ARENA y del FMLN y a la de los cabecillas de maras y pandillas—, pues los asesinatos de inocentes en manos de «los angelitos» de las ONG sobrepasaron los 110,000 en 20 años. El Salvador era el país más violento del mundo.
Para nadie es un secreto, mucho menos para la OEA ni sus comisiones que derechistas e izquierdistas auspiciaron a los grupos criminales para que pusieran de rodillas al pueblo a punta de fusiles. Por cierto, lamentable que hasta este día continúan llamándoles «líderes históricos» cuando son cabecillas de los peores delitos en contra del pueblo salvadoreño. No son líderes, son cabecillas.
¿No parece curioso que ahora que El Salvador ha derrotado a las maras y pandillas salgan ONG nacionales e internacionales en contra de las únicas medidas de seguridad que han funcionado para proteger a más de 6 millones de salvadoreños trabajadores y honestos? o ¿que guarden silencio cuando ahora sí funciona coordinadamente la Fiscalía, el sistema de justicia y el de seguridad?
Todos los ataques en contra del presidente Nayib Bukele, a sus medidas y acciones, tienen lógica cuando se conoce que provienen de los protagonistas del sistema fáctico, quienes se enriquecieron durante la guerra civil y, luego, con la firma de los perversos «acuerdos de paz» y el surgimiento de los grupos criminales, a quienes sus súbditos partidos políticos tricolores y rojos financiaron y protegieron.
A las ONG, que dicen ser «protectoras de derechos humanos», corrijo protectora de «derechos» de delincuentes, no les cae en gracia esta coyuntura de cero homicidios ni que sus «angelitos» paguen por sus crímenes mientras el pueblo desfila con júbilo por las calles. Es que nunca les ha importado el sufrimiento de más de 6 millones de salvadoreños honrados.
No ha sido un 15 de septiembre normal. Es un 15 atípico, porque hay emociones encontradas. Por un lado, los salvadoreños disfrutamos de una verdadera fiesta cívica, de los desfiles, de la seguridad, la paz y la tranquilidad que no tienen precio. Pero también las lágrimas en la garganta continúan a flor de piel al recordar a quienes lucharon por esta nueva historia.
Por seis años consecutivos, El Salvador celebra una verdadera independencia.